Las bebidas alcohólicas han acompañado la
historia del hombre durante milenios. Los egipcios eran grandes aficionados a
la cerveza, bebida más antigua que el vino que se popularizó posteriormente en
las civilizaciones griega y romana. El alcohol, que era «un curalotodo» en la
medicina de otro tiempo se usó como agente anestésico, desinfectante y antiséptico,
e incluso reanimador y tónico digestivo, ha perdido virtualmente todas las
indicaciones médicas. Hoy día no existe ninguna justificación que permita
considerar al alcohol como una sustancia terapéutica, cuya venta podría
realizarse en las farmacias.
Numerosos estudios
epidemiológicos han demostrado que el consumo de cantidades moderadas de
alcohol, de 10 a 30 g de etanol al día, reduce la mortalidad cardiovascular,
debida fundamentalmente a cardiopatía isquémica aterosclerótica y accidentes
cerebrales isquémicos, respecto a los abstemios. Estos
estudios han demostrado que los varones y las mujeres que beben una o dos
bebidas diarias (10-30 g de alcohol diarios) tienen el riesgo más bajo de
enfermedad coronaria.
Algunos estudios atribuyen diferentes riesgos
relativos de muerte por enfermedad coronaria en los sujetos que consumen vino,
cerveza u otras bebidas alcohólicas de alta gradación. En los estudios de
población se observa en general una relación inversa muy importante entre el
consumo de vino y la mortalidad por enfermedad cardíaca, mientras que la
relación es débil o inexistente para la cerveza y los licores. En estos
estudios existen múltiples factores de confusión de forma que algunas
características asociadas al consumo de vino y que no se hayan tenido en cuenta
pueden explicar las relaciones encontradas. En algunos países los bebedores de
vino suelen ser de un nivel socioeconómico más elevado, tener un estilo de vida
más saludable y tener un mejor acceso a los cuidados de la salud; por tanto, la
importante asociación inversa entre el consumo de vino y la mortalidad por
enfermedad coronaria podría explicarse en parte por una menor probabilidad de
enfermar. Otros estudios no sugieren que un tipo específico de
bebida pueda ser más cardioprotector.
Existen
mecanismos que explican el efecto protector del alcohol.
Alcohol y lípidos.
El consumo de
cantidades moderadas reduce las concentraciones de ácidos grasos libres y de
glicerol, mediado por el aumento de acetato, responsable de la inhibición de la
lipólisis en el tejido adiposo. Por el contrario, el consumo excesivo crónico
de alcohol induce el fenómeno contrario (aumento de los ácidos grasos libres)
debido, en estas circunstancias, a la estimulación de la lipólisis por la
liberación previa de catecolaminas.
Alcohol, trombosis y coagulación.
El alcohol puede inhibir la trombosis y puede
aumentar las concentraciones plasmáticas de fibrinógeno y disminuir la
actividad fibrinolítica. Se ha demostrado que el alcohol aumenta la secreción
del activador del plasminógeno tisular (t-PA) por las células endoteliales y
que existe una relación directa entre el consumo de alcohol y la concentración
plasmática del t-PA antigénico, aun después de controlar otros factores de
riesgo cardiovascular, incluyendo el colesterol HDL.
Por otro lado, se conoce que el etanol
disminuye la agregación plaquetaria, lo que retrasaría la coagulación sanguínea
y, en definitiva, la formación del trombo que obstruiría la arteria.
Antioxidantes circulantes y posible
importancia de su presencia en las bebidas alcohólicas: el vino.
La mayoría de las investigaciones sugieren que
los beneficios pueden deberse al consumo de vino, especialmente el tinto, una
bebida rica en flavonoides (que proporcionan un efecto vasodilatador,
beneficioso para las arterias), taninos y polifenoles (presentes en las
semillas y la piel de la uva), que funcionan como antioxidantes contra las
moléculas conocidas como radicales libres. Por otra parte, hay que recordar que el vino
no es la única ni la principal fuente de flavonoides de la alimentación. La
fruta, las legumbres y el té en una dieta occidental estándar aportan más de 25
mg de flavonoides/día. El vino tinto a dosis moderadas (<de 250 ml/día)
puede contribuir con 2,5 a 5 mg suplementarios.
Es importante conocer que el exceso de alcohol
trae efectos indeseables en el sistema cardiovascular, nervioso y digestivo,
además tiene relación con el desarrollo de cáncer y malformaciones fetales.
Efectos agudos sobre el sistema
cardiovascular
- Depresión transitoria de la función sistólica
- Como consecuencia directamente del aumento de las catecolaminas sanguíneas: aumento del ritmo cardíaco y posible aparición de arritmias, habitualmente supraventriculares, aunque también se han descrito casos de taquicardias ventriculares y de muerte súbita en relación con ingestiones agudas de cantidades importantes de alcohol.
- Necrosis muscular, inflamación crónica, hipertrofia fibrilar y fibrosis, que pueden desembocar en una miocardiopatía dilatada, en algunas series, hasta el 50% de los casos de miocardiopatía dilatada.
Los grupos que más probablemente se
beneficiarán de beber pequeñas cantidades de alcohol son las personas mayores
con alto riesgo absoluto de enfermedad coronaria y de accidente cerebral
isquémico y con bajo riesgo absoluto de accidente, cirrosis y otras
enfermedades relacionadas con el alcohol, y viceversa.
Casos en los que debe evitarse el consumo de
alcohol
- Los jóvenes que no han cumplido 18 años, ya que en los menores de esta edad el impacto endocrino y neuronal del alcohol es grave e impredecible
- Las mujeres gestantes, ya que el riesgo de malformaciones congénitas, sobre todo antes de los 4 primeros meses de embarazo, afecta a los descendientes de mujeres alcohólicas y no alcohólicas, aunque sólo ingieran una pequeña cantidad.
- Los enfermos con alteraciones hepáticas, lesiones cerebrales, trastornos metabólicos de tipo gota, déficit de nutrición, tuberculosis pulmonar, úlcera gastroduodenal y, en general, las patologías con cierto grado de intensidad.
- Los enfermos psiquiátricos funcionales y orgánicos, sobre todo los epilépticos, en quienes una ingestión alcohólica simple puede ocasionar graves consecuencias.
- Quienes no lo toleran bien y presentan alguno de los siguientes síntomas: cefaleas, migrañas, náuseas, vómitos, palpitaciones, irritabilidad, excitación y, sobre todo, estados crepusculares con conductas extremadamente violentas.
- Los bebedores que corren el riesgo de volverse alcohólicos o que ya se están alcoholizando (uso frecuente del alcohol para embriagarse o para desinhibirse o sentirse más seguro; ingestión de alcohol mantenida a lo largo del día, asociación de hábitos de beber con la aparición de alteraciones psíquicas previas o posteriores).
Referencias:
¿Es bueno el vino
para el Corazón? http://www.fundaciondelcorazon.com/corazon-facil/blog-impulso-vital/2265-vino-bueno-corazon.html.
Effect of red wine and
red grape extract on blood lipids, haemostatic factors, and other risk factors
for cardiovascular disease. European Journal of Clinical Nutrition (2005) 59, 449–455.
doi:10.1038/sj.ejcn.1602107.
Guía de la ESC/EAS sobre el manejo de las dislipemias. Rev Esp
Cardiol. 2011;64(12):1168.e1-e60.
Vino y corazón. (Rev Esp
Cardiol 1998; 51: 435-449).
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